Erase una vez un parque donde todos los árboles tenían su historia por ejemplo. Estaba el árbol de Maria uno que se sentía orgulloso porque todo el mundo se acercaba para tomar su sombra. Las familias se recostaban al tronco porque debajo de sus hojas todo era fresco y el aire era más puro.
Cerca había un legendario Guayacán que habia pasado muchos vientos, tormentas y habia visto como el bosque habia evolucionado. Su madera era fuerte y todos los animales lo sabían y por eso se acercaban para su protección.
El famoso Flamboyán a pesar que no era de Puerto Rico todos admiraban sus flor y pensaban que era un árbol nativo. Tanta era su dicha que habían varios arboles de sus especie y entre las flores rojas, amarillas y anaranjadas los fotógrafos hacían su agosto con las fotos del árbol.
Sin embargo el árbol de mango se quejaba porque la gente se acercaba para arrojarle piedras. Todos los dias miraba al cielo y se preguntaba ¿por qué me tiran piedras? No soy como Maria que todos se acercan a usar su sombra, tampoco soy un Guayacán donde se buscaba protección y menos era de la familia Flamboyán donde todos los fotógrafos se acercaban a tomar fotos y a seguir esparciendo la historia que eran un árbol de Puerto Rico.
Mientras Mango estaba en toda esa frustración se acerco un niño y comenzó a lanzarle piedras. Piedra tras piedra, golpe a golpe; sentía como cada rama era impactada por las piedras. En eso uno de sus frutos calló al suelo, el niño lo agarró y se lo comenzó a comer. No quiero acabar mi historia aqui; pero quiero que hoy reflexiones: "Nadie tira piedras al árbol que no da fruto"
Como siempre termino el que tenga oídos que oiga... y nos vemos en otro Desde Mi Pesebre.
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