Me gustaría comenzar por contarles que este sacerdote es cubano, de un pueblito llamado Chambas, al que siempre le digo que es tan y tan pequeño que ni en el mapa esta. Pues cuando me mude al área metropolitana por cuestión de trabajo busque donde asistir a misa y casualmente detrás de mi casa había una iglesia a la que decide asistir. Pues no le había dicho nunca; pero era gracioso porque por la diversidad cultural que hay en la zona, había días que pensaba que el extranjero era yo. Este sacerdote ofrecía la sagrada misa de forma diferente a la cual estaba acostumbrado. Incluso tenia la peculiaridad de interactuar en la homilía, y hasta cantar después de dar la comunión. Les confieso que me hará falta y por eso escribo adiós Padre Ysidro.
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Quisiera por este medio traer al pensamiento el sacrificio que tienen que hacer nuestros sacerdotes para dedicar su vida a la iglesia. Un día un feligrés le trajo un grupo de panas (mapen, panapen o fruta pan) y el dijo: No como eso; porque cuando llegue a Puerto Rico a mi primera iglesia asignada en Trujillo Alto lo único que comía era esa fruta y atún por varias semanas (que luego resulto ser comida de gatos); recordemos el detalle que no conocía las marcas en la isla porque venia de otro país. Un día unos constructores le indicaron lo que estaba comiendo. Esto me trae a invitarlos a pensar en cuantas veces olvidamos a nuestros sacerdotes y por esta razón le digo adiós Padre Ysidro.
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Guardaré las otras anécdotas que vivi en mi parroquia y que son super atesoradas por este servidor. Trataré de seguir con su legado, evitar hablar en la ceremonia de la misa y ser un buen participante. De seguro hará falta aquí en la parroquia; pero todo buen libro tiene que cerrar con capítulos y tiene que tener un final. Adiós Padre Ysidro.
La asignación de hoy es que cuando ores recuerda pedir por la vocación sacerdotal. Como siempre digo en mi escritura... el que tenga oídos que oiga y nos vemos mañana Desde Mi Pesebre.